El futuro de la economía circular en la industria textil se testea en Guardo

¿Es posible innovar de forma radical en el sector de la moda sostenible y crear un mercado nuevo que antes no existía? Sí, sin duda. ¿Y hacerlo desde una pyme de un pueblo de 5000 habitantes como Guardo? Posiblemente también. Es hacia donde se encamina VidaPropia Diseño, taller artesanal que se esfuerza para reconvertir prendas usadas en productos nuevos, colaborando en la reducción de deshechos de la industria textil.

De la mano de la Plataforma de Innovación de Velilla, la empresa está avanzando en tejer las relaciones necesarias para impulsar su proyecto Retalbox, que consiste en la elaboración de cajas de embalaje realizadas a partir de retales y residuos textiles.

Con el auge del comercio electrónico, y la aprobación, en abril de 2022, de la nueva Ley de residuos y suelos contaminados (que prevé que todos los agentes implicados en la comercialización deberán fomentar el uso de alternativas reutilizables o de otro material no plástico), la oportunidad sin duda está encima de la mesa.

Pero ¿en qué punto se encuentra el proyecto y cómo empezó todo?

Fue a través de las sesiones de co-creación de la Plataforma que Mónica Calderón, vecina de Guardo y una de las socias de VidaPropia, compartió esta idea de negocio, en la que ella y su socia Sandra Fernández llevaban un tiempo trabajando. La iniciativa se incluyó en el portfolio y comenzaron las labores de conexión con otros agentes que pudieran ayudar a impulsarla (como se hizo con todos los demás proyectos del portfolio). Desde la Plataforma de Empresarios Palentinos tutorizaron el proyecto, dando inputs muy interesantes para elaborar el modelo de negocio. Y desde la Plataforma de Innovación de Velilla se conectó a la empresa con la Escuela Técnica Superior de Ingeniería y Diseño Industrial (ETSISDI) de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) para cubrir una parte importantísima: la investigación acerca de cómo pasar de los retales y deshechos textiles a un material lo suficientemente resistente y dúctil como para ser utilizado en embalajes u otros objetos.

Es ahí que entran en escena Ana Solórzano y Ana Barrueco, dos estudiantes de grado de la ETSISDI de la UPM. Hace unos meses, sus profesoras, Cristina Alia y Rosa Ocaña, les propusieron un reto: culminar sus estudios de grado realizando cada una un trabajo experimental que respondiese a una necesidad real de una empresa de moda sostenible.

 

PIE DE FOTO: de izquierda a derecha, Cristina Alia,
Ana Barrueco, Ana Solórzano y Rosa Ocaña.

“El este laboratorio, el Biolab de la ETSIDI”, nos comenta Cristina Alia, “siempre hemos pensado en desarrollar proyectos innovadores y sostenibles que afrontasen los retos actuales. A través de colaboraciones como esta, con VidaPropia, podemos unir esta investigación previa a retos que tienen empresas reales. Eso aporta muchísimo más valor a esta iniciativa”.

“Este proyecto ha permitido a la universidad trabajar de forma interdisciplinar”, añade la otra profesora, Rosa Ocaña. “Cristina trabaja en los materiales y yo trabajo en el envase y embalaje, es decir en packaging. Este proyecto permite aunar estos dos ámbitos”.

Ambas alumnas aceptaron con entusiasmo la propuesta de sus respectivas profesoras: “Desde siempre me han fascinado la moda y la ingeniería, dos mundos que a priori no tienen mucho que ver, pero al final con proyectos como estos ves que está todo relacionado”, nos comenta Ana Solórzano. “Me pareció muy buena oportunidad para yo misma poder aportar mi granito de arena en un sector donde hace bastante falta”, le completa su compañera Ana Barrueco.

Es así como llevan varios meses investigando y haciendo pruebas para lograr la mezcla perfecta: en el caso de Ana Solórzano, para un material final de textura más rígida y resistente (que se pueda usar, por ejemplo, en cajas o también para perchas u otros objetos de la misma industria de la moda); y en el caso de Ana Barrueco, la investigación está tratando de lograr un material final más maleable, dúctil y flexible, para otros tipos de uso.

¿Qué han descubierto hasta ahora las dos alumnas?

Aunque aún siguen investigando, a base de realizar bastantes pruebas en los últimos meses, las dos estudiantes han alcanzado ya algunas conclusiones. Por un lado, que el tamaño ideal de los retales para este tipo de proyecto es de unos 5 mm de media (que no se logra con las trituradoras disponibles en el mercado). Y, por otro lado, que como ‘matriz’ (es decir, el material aglutinante), lo que mejor funciona es una mezcla de agua, glicerina y gelatina alimenticia para obtener una versión rígida del nuevo material que están buscando. “Ahí es donde se ha encontrado la mayor parte de la investigación hasta ahora, en probar diferentes biomateriales que se comportan de una forma u otra dependiendo de los ingredientes que lleven”, nos dice Ana Solórzano.

En mi caso, igual que Ana, también he utilizado agua y glicerina, pero en vez de gelatina al final he usado agar-agar”, que es una gelatina obtenida a partir de algas, nos comenta Ana Barrueco, responsable de la investigación sobre la versión blanda del nuevo material.

Tras mezclar los retales y la matriz en una olla y llevarlo a ebullición, ambas estudiantes vuelcan sus pruebas en un molde y pasan a la fase de secado, que es en una deshidratadora.

“Las técnicas que se están usando son bastante sencillas, también mirando a un futuro en el que se puedan producir estos materiales en tu propia casa”, añade Cristina Alia, una de las profesoras.

La dimensión de género de este proceso

Y es aquí, en la sencillez de los procesos de producción de la mezcla, que casi cualquiera podría reproducir, que entra en juego un factor fundamental en este proyecto, al menos para las promotoras, Mónica Calderón y Sandra Fernández: “En una zona como la nuestra, históricamente los principales proveedores de empleo han sido la minería, que ya ha desaparecido, fábricas que también han cesado su actividad, y la central térmica. Todos estos sectores empleaban en su gran mayoría hombres, dejando muy pocas opciones para las mujeres, hecho que se ha traducido en una muy baja especialización de la mano de obra femenina en la comarca”, comentan.

“Creemos firmemente que es posible crear puestos de trabajo relacionados con la producción textil por la coyuntura nacional. Y por supuesto esperamos crecer para poder nosotras mismas contratar a nuestras vecinas”.

Desde la Plataforma desde luego se está haciendo todo lo posible para que lo logren.